Black Lives Matter es el último eslogan planteado en EEUU contra la discriminación racial que sufre la comunidad negra que vive allí desde hace generaciones. El prejuicio y la antipatía de los supremacistas blancos contra la población negra han empañado severamente la imagen de ese país. El despiadado asesinato de George Floyd ha expuesto abiertamente el racismo que se vive en EEUU. Sin embargo, cada vez que ocurren tales eventos de racismo y apartheid, necesitamos mirar las enseñanzas de la última religión divina (Islam), que representa la igualdad, la justicia, la compasión y la tolerancia.
Antes del advenimiento del Islam, la sociedad árabe en La Meca no era igualitaria. Los árabes solían tener esclavos para sus tareas diarias y estos esclavos eran sometidos a un trato inhumano. La discriminación basada en el color se consideraba normal. La riqueza, la pertenencia tribal y el origen étnico determinaban el estatus social de una persona. Sin embargo, con la llegada del Islam, la sociedad árabe experimentó una metamorfosis revolucionaria y se transformó en otra puramente igualitaria. Un día, en La Meca, el Profeta Muhammad (PB) dijo a sus seguidores que todas las personas son iguales. “No hay superioridad de un árabe sobre un no árabe o de un no árabe sobre un árabe y no hay superioridad de una persona blanca sobre una persona negra o de una persona negra sobre una persona blanca, excepto sobre la base de la piedad personal y la justicia”.
El mensaje de igualitarismo del Profeta atrajo a los “indeseables”, personas de los márgenes de la sociedad. Los primeros musulmanes incluían hombres jóvenes de las clases desfavorecidas y menos privilegiadas y esclavos a quienes se les prometió la emancipación. Aunque el propio Profeta (PB) provenía de un contexto árabe y los destinatarios iniciales de su mensaje eran los árabes, de una vez por todas, el Islam demolió la base artificial de cualquier orgullo étnico o racial al proclamar que los árabes no tenían superioridad sobre los no árabes o viceversa. El Sagrado Corán también es inequívoco a este respecto, ya que no se dirige a los árabes o los musulmanes, sino a la humanidad (An-Nas). A la luz de lo anterior se puede concluir con seguridad que el racismo no tiene lugar en el Islam. El Islam representa la igualdad y promueve la igualdad como la única base para la construcción de cualquier sociedad. El Islam pide que este mundo abandone la repugnante práctica de la discriminación racial en base a las enseñanzas contenidas en el siguiente verso: “¡Oh gentes! ¡Temed a vuestro Señor, que os creó de una sola alma y que creó de ella a su pareja y que, a partir de ambos, ha hecho surgir hombres y mujeres en abundancia!”. (Corán, 4:1)
El Islam también atrajo a los no árabes, extraños con una baja posición en la sociedad árabe tradicional. Estos incluían a Salman el Persa, que viajó a la Península Arábiga en busca de la verdad religiosa, Suhayb, el griego, un comerciante, y un etíope esclavizado llamado Bilal. Los tres saltaron a la fama en el Islam durante la vida de Muhammad (PB). La fortuna y la elevación espiritual de Bilal ilustran cómo el igualitarismo predicado por el Islam cambió la sociedad árabe. Esclavo de un aristócrata de La Meca llamado Umayya, Bilal fue perseguido por su dueño por abrazar la nueva fe. Umayya colocó una roca de gran tamaño en el pecho de Bilal, tratando de ahogar el aire de su cuerpo para obligarlo a abandonar el Islam. Movido por el sufrimiento y la angustia de Bilal, el compañero de Muhammad (PB), Abu Bakr, lo liberó de su dueño. Bilal también estuvo excepcionalmente cerca de Muhammad (PB). En 622, el Profeta (PB) lo nombró como la primera persona en hacer una llamada pública a la oración en reconocimiento a su melodiosa y agradable voz y su piedad personal. Bilal se casaría más tarde con una mujer árabe de una tribu respetable, algo impensable para un africano esclavizado en el período preislámico.
El Islam también repudia las formas vulgares de nacionalismo que inculcan la superioridad de la propia gente sobre los demás. Las clasificaciones de personas basadas en grupos o nacionalidades son bastante naturales, ya que son una necesidad para la humanidad como entidad social. Sin embargo, el pensar que otros son inferiores en alguna manera está estrictamente prohibido en el Islam. Por lo tanto, la naturaleza de la persona, el color de su piel, la cantidad de riqueza que posee y el grado de prestigio de que disfruta no tienen relación con el valor y la personalidad del individuo en lo que respecta a Al-lah. La única distinción que Al-lah reconoce es la que está basada en la piedad. El único criterio que Al-lah aplica es el criterio de la bondad y la excelencia espiritual. En un hadiz se menciona que una vez se le preguntó al Profeta (PB): “¿Quién de los hombres es el más favorecido por Al-lah?”. Él (PB) respondió: “Un hombre que hace el mayor bien a la gente” (At-Tabaraani). A la luz de lo anterior, se puede concluir con seguridad que el racismo no tiene lugar en el Islam. El Islam representa la igualdad y promueve el igualitarismo como la única base para la construcción de cualquier sociedad.